El Comportamiento perturbador (I)
Cuando hablamos de trastorno de comportamiento no nos estamos refiriendo necesariamente a una enfermedad. Así lo considera la APA (American Psychiatric Association) y la OMS (Organización Mundial de la Salud). La primera lo considera dentro del manual DSM-IV Revisado (Manual de los Desórdenes Mentales) y la segunda desde el CIE.
Un trastorno es esencialmente un patrón de síntomas, comportamientos o conductas que por su recurrencia, intensidad y duración, tienen significación clínica.
Las causas de un trastorno también pueden tener como base una enfermedad (como es el caso de algunos trastornos de la personalidad), pero también se pueden originar por la falta de adaptación de la persona a su entorno por una multitud de factores de origen
genético, social, familiar, etc.
Normalmente, cuando hablamos de los trastornos de conducta en el ámbito educativo nos estamos refiriendo de forma operativa a determinados comportamientos que un alumno o alumna llevar a cabo (o no duro) de manera recurrente, prolongada, y que socialmente no resultan convenientes y, por embargo, son considerados inadaptados y perturbadores.
Detrás de esta consideración siempre hay que pensar que la valoración social, positiva o negativa, que se hace de un determinado comportamiento es relativa y, de alguna manera, arbitraria. Así, una determinada cultura o subcultura puede considerar que un determinado comportamiento resulta inaceptable o punible, mientras que otra cultura o subcultura puede aceptar, o incluso potenciar, el mismo comportamiento. De este relativismo hay innumerables ejemplos.
Pero eso no es todo. El problema respecto a considerar qué es y qué no es aceptable depende también de la convicción personal. Y aún más de si un determinado comportamiento es o no reprobable, reprensible o punible.
No resulta extraño pues que sólo el consenso de los diferentes profesional de la salud y de la educación podía poner orden dentro de esta especie de caos conceptual. Y cuando hablamos de consenso nos referimos al gran esfuerzo que deben hacer estos profesionales para dejar de lado una buena parte de sus consideraciones y prejuicios. Un equilibrio precario.
Teniendo esto muy en cuenta, la APA propone una jerarquía de trastornos de conducta a los que han añadido el adjetivo "perturbadora", que van desde los comportamientos considerados más leves hasta los más graves: desde los comportamientos que se dan en los niños que padecen del TDAH, de los que ya he hablado en otros artículos, hasta el Trastorno Negativista Dessafiant y el Trastorno Disocial.
A pesar de que no siempre es así, estos tres trastornos se convierten, en algunas ocasiones, una escalada. Algunos niños comienzan con un patrón de comportamientos propios del Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, estos comportamientos se irían agravando en algunos casos hasta llegar a otro patrón de comportamiento cualitativamente diferentes que constituyen el Trastorno Negativista Desafiante y, más adelante, la posibilidad de que se presente el Trastorno Disocial.
En estos casos, la respuesta social, familiar, escolar y profesional que se dé al primer patrón podría estar determinando las consecuencias posteriores.
En los siguientes artículos intentaremos definir los patrones comportamentales y plantearemos algunas orientaciones terapéuticas y pedagógicas que se dan desde concepciones metodológicas diferentes.
Pep Jover Villanueva (orientador de la SCOOP Manjon)